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Theresa Zabell, invitada de honor de la 55 Fiesta de la Vendimia en Cariñena

La Presidenta de Ecomar dejó plasmadas las huellas de sus manos en el Paseo de las Estrellas

Las manos de la bicampeona olímpica en vela y Presidenta de Ecomar, Theresa Zabell, han sido este domingo las encargadas de encender la Fuente de la Mora de Cariñena por la que han brotado los primeros mostos de la vendimia de la denominación de origen más grande y antigua de Aragón, que espera una cosecha de menor cantidad, pero de gran calidad. Un momento, siempre emblemático que recuperaba este año “cierta normalidad” después de que en 2020 la pandemia silenciara la Fiesta de la Vendimia –que hasta entonces se había celebrado de forma ininterrumpida durante 53 años– y obligara a vivir la celebración más contenida y más emotiva de toda la historia de la denominación: un sentido homenaje y recuerdo a las víctimas y afectados de la covid en el que solo pudieron participar los miembros del consejo regulador.

No ha habido el habitual bullicio que caracteriza los actos en la plaza de España de Cariñena, que lucía una círculos blancos en el pavimento –estaba limitado el aforo– sobre los que los asistentes, pertrechados tras sus mascarillas, han cumplido escrupulosamente la distancia interpersonal a la que obliga las crisis sanitaria.

Sí ha vuelto el tradicional pisado de las uvas, que han protagonizado María del Mar Hernández y Asunción Lorente, vecinas de Cosuenda, y que han sido también las encargadas de ofrecer –en un acto también marcado por las restricciones– el primer mosto del año al Santo Cristo de Santiago, patrón de la localidad zaragoza.

“Muy contenta, muy orgullosa y muy agradecida de este privilegio”, Theresa Zabell, invitada de honor de la 55ª Fiesta de la Vendimia, ha asegurada que tenía ganas de que llegara este momento que llevaba esperando desde hace más de un año, ya que estaba prevista su asistencia en 2020 a una fiesta que finalmente se tuvo que aplazar. La regatista malagueña –la única deportista española que ha ganado dos oros olímpicos (Barcelona 1992 y Atlanta 1996), ha destacado que llegar a lo más alto cuesta mucho trabajo y no es fácil y solo se consigue “a través del trabajo, el esfuerzo y la constancia”. Esos mismos valores, ha señalado, son los que demuestra cada viticultor “en el largo proceso que requiere el cuidado de las vinos” y los mismos que emplea cada bodega “en el meticuloso y apasionante proceso de convertir la uva en vino”.

Utilizando un símil marinero, Zabell, ha destacado los muchos detalles que comparten el vino y su experiencia deportiva en la vela, entre los que ha señalado “el trabajo en equipo, con viticultores y vinicultores, cada uno atento a su función, unos desplegando las velas, otros manejando el timón y todos mimando la embarcación, cuidándola con espero para que llegue lo más lejos y lo más rápido que pueda”.