
Reciclar mejor es la llave para tener océanos más sostenibles
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- junio 20, 2025
Resulta esencial mejorar los sistemas de procesado de residuos, usar plásticos compostables y diseñar productos fáciles de reciclar. De momento, sólo tecnologías de alto coste eliminan el 100% de los plástico, pero para lograrlo contamos también con instrumentos normativos y financieros.
Al hablar de océanos la palabra conservación se queda corta, porque incluso para mantener la salud de las profundidades marinas vamos tarde. En este punto, la limpieza es la clave para retornar a un nivel de sostenibilidad aceptable. Pero no habrá retorno si no se acompaña de prevención y cambios de actuación, con un foco puesto especialmente en el reciclaje.
El océano cubre más del 70% del planeta, produce el 70% del oxígeno que respiramos y regula el ciclo del agua. La contaminación, sobrepesca y expansión del turismo costero alteran su salud. «La contaminación de mares y océanos implica que los ecosistemas costeros -acuíferos superficiales costeros, deltas o zonas de captación marina- pierden calidad y capacidad de regeneración natural», apunta Gonzalo Delacámara, experto mundial en economía de los recursos naturales, profesor de IE University y conferenciante de Thinking Heads.
¿Qué supone esto? Sencillamente que, según explica Delacámara, puede dificultar la desalación de agua de mar, esencial para la diversificación de las fuentes de agua en regiones con escasez crónica, así como encarecer el tratamiento del agua, e incluso alterar la disponibilidad de agua subterránea por intrusión salina. De hecho, recuerda que según la Unesco, más del 30% de los acuíferos costeros del Mediterráneo presentan ya signos de intrusión salina. Y esas no son las únicas repercusiones: «La degradación del mar impacta negativamente en actividades económicas como la pesca, el turismo y el transporte marítimo, lo que tensiona aún más la gestión integrada de los recursos hídricos», añade.
Por encima de residuos químicos o contaminación acústica y minera, los microplásticos son ya el mayor contaminante. «Aunque no es posible determinarlo exactamente, en los océanos flotan entre uno y cinco millones de toneladas de plástico», expone el experto en microplásticos Roberto Rosal, catedrático de Ingeniería Química en la Universidad de Alcalá. Y «el total sería mucho mayor si se pudiese contabilizar el plástico que ha ido a parar a los fondos marinos», continúa. Hay hasta en la Fosa de las Marianas. En la superficie de los mares, «la concentración de plástico podría ser de un microgramo por litro», dice Rosal. Es la misma que podríamos encontrar en el agua agua embotellada en plástico.
Entre un 80% y un 90% de los plásticos proviene de fuentes terrestres y llegan al océano transportados por ríos. Sólo 10 -con el Yangtsé, el Ganges y el Níger a la cabeza- transportan más del 90% del total. «Cualquier material plástico abandonado en el medio ambiente termina fragmentándose para dar lugar a microplásticos y nanoplásticos», explica el experto de la UAH. A esto se unen los fragmentos que se desprenden de materiales de uso cotidiano como textiles sintéticos, de construcción o plásticos agrícolas. Delacámara destaca que ya en 2021 un informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza afirmaba que el 35% de los microplásticos marinos provenía del lavado de textiles sintéticos y el desgaste de neumáticos, «y una parte sustancial entra al ciclo hídrico urbano y fluvial sin filtrarse adecuadamente».
Los que no llegan por los ríos lo hacen vía fuentes marinas, entre ellas, redes de pesca, cuerdas y diversos materiales abandonados. Y los organismos acuáticos quedan atrapados por ellos o los ingieren, dando lugar incluso a alteraciones en las cadenas tróficas.
Sólo en España el Ministerio para la Transición Ecológica afirma que se utilizan 13,6 millones de toneladas de plástico al año. 1,1 millones de ellas, de un solo uso, lo que da un consumo medio de 22,7 kg de estos plásticos por español, cada año. Hay que desengañarse: al menos de momento, no viviremos sin plásticos. En buena parte será así por su importancia para usos médicos, construcción o conservación de alimentos, lo que, según Rosal, «hace inviable su sustitución a gran escala. Por ello, el reto de evitar la generación de residuos plásticos nos va a acompañar en el futuro». Máxime cuando la previsión es que su uso se incremente hasta duplicar o triplicar la producción actual para 2060.
Según Theresa Zabell, presidenta de la Fundación Ecomar y Top 100 conferenciante de Thinking Heads, se prevé que en 2050 haya más plástico que peces en el mar por peso. «La solución pasa por priorizar la salud de los océanos como base para el desarrollo sostenible, y actuar con más rapidez, coordinación internacional y compromiso real desde todos los sectores», sentencia la doble campeona olímpica de vela.
El ‘mare’ es ‘nostrum’
En el Mediterráneo, la contaminación de plásticos es una de las amenazas más graves ya que, tal y como cuenta Stephen Borg, secretario general adjunto de la Unión por el Mediterráneo (UpM), se acumulan a un ritmo alarmante debido a su estructura semicerrada. Representan el 95% de la basura marina flotante y el 50% en el fondo marino.
Nuestro mar es uno de los más contaminados del mundo. Y representa menos del 1% de la superficie oceánica del mundo, pero alberga casi el 18% de todas las especies marinas conocidas, lo que «lo convierte en uno de los puntos críticos de biodiversidad marina más importantes del mundo», comenta el responsable de UpM. Particularmente afectados por los plásticos, están los arrecifes. Y es que Borg, detalla que pueden dañar sus estructuras, bloquear la luz solar, reducir el flujo de oxígeno e introducir microorganismos dañinos, provocando enfermedades y la pérdida de la complejidad del hábitat, fundamental para la biodiversidad.
«Abordar la contaminación plástica es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, en particular el ODS 14 (Vida bajo el agua) y el ODS 12 (Consumo y producción responsables)», recuerda. En su opinión, sin una intervención sustancial, la contaminación plástica en los océanos y mares del mundo, incluido el Mediterráneo, podría triplicarse para 2040.
Macro, meso, micro o nanoplásticos, la contaminación en los mares no se puede separar de la gestión de residuos plásticos, sea cual sea su tamaño. «El reto principal» para Rosal, «es cerrar su ciclo de vida fomentando el reciclaje, tanto físico como químico, y evitando que los residuos que se generan tras su uso se diseminen en el medio ambiente».El informe Sin basura es la forma de ser, publicado por la UpM en 2021, enfatiza la necesidad de un enfoque sistémico y circular. Existe, por tanto, una «necesidad urgente de cambios sistémicos en todo el ciclo de vida del plástico, desde la producción hasta la gestión de residuos», remarca Borg.
Por otro lado, «la carga de nutrientes de las aguas residuales tratadas inadecuadamente promueve la proliferación de algas, mientras que los patógenos aumentan los riesgos para la salud pública», detalla el experto de UpM. Y aunque, como dice, ha habido mejoras en el tratamiento de aguas residuales, «siguen existiendo desafíos importantes que afectan las zonas costeras de nuestro mar compartido».
El correcto tratamiento de los residuos plásticos tiene la llave de la sostenibilidad marina. «Es fundamental mejorar los sistemas de procesado de residuos fomentando el diseño de productos fáciles de reciclar y el uso de plásticos compostables», prosigue Rosal. Los sistemas convencionales de tratamiento de agua, aunque consiguen eficiencias elevadas, no permiten eliminar totalmente los microplásticos. Sin embargo, hay «tecnologías conocidas, aunque de menor uso debido a su coste, como la filtración mediante membranas, con las que sí que es posible alcanzar tasas de eliminación cercanas al 100%», afirma.
Delacámara asegura que disponemos de múltiples instrumentos en la lucha contra el plástico. Tecnológicos: «plantas de tratamiento de aguas residuales más avanzadas que capturan microplásticos, filtros en lavadoras o sistemas de retención en la gestión de aguas pluviales». Además, normativos: «legislación sobre vertidos, regulación de productos que liberan microplásticos y normativa sobre responsabilidad ampliada del productor». Y también, financieros: «incentivos al ecodiseño, penalizaciones por vertido ilegal o subvenciones a infraestructuras naturales». Además, «se requiere una armonización legal que evite que el comercio internacional dificulte el control de aditivos químicos o la transferencia de residuos de unos países a otros», avisa Rosal.
Como nota de esperanza, la prohibición de la UE de microplásticos añadidos intencionadamente de 2023/2055, puede ayudar a poner coto al plástico. Afecta a más de 12.000 productos y se espera que reduzca en 500.000 toneladas los vertidos acumulados hasta 2030. Pero es sólo el comienzo de lo que queda por hacer.
SILVIA FERNÁNDEZ
(El Mundo)