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Theresa Zabell: «De niña ya me preguntaba por qué nadie hacía nada para salvar el mar»

Cada año, la Fundación Ecomar, que fundó esta ex olímpica, llega a más de 15.000 niños con sus actividades de concienciación

Devolver al mar todo lo que este le había dado durante años. Con esa intención, la olímpica Theresa Zabell creó hace 23 años la Fundación Ecomar. Idéntica cifra la que cumple el programa medioambiental Ecovoz —impulsado por La Voz y Radio Voz— que alcanza este curso el mismo número, la edición 23. Zabell pasó hace unos días por los micrófonos de Radio Voz para hablar de concienciación y de ese objetivo compartido: conseguir tener un planeta mejor. En su caso, con el mar como telón de fondo.

—Unos lo aman y otros lo temen. En su caso, ¿que le ha dado el mar?

— El mar no deja a nadie indiferente, hay personas que le tienen un miedo atroz y no lo quieren ni pisar, y otras, que nos hemos dedicado a surcar todas las olas que existen, nos enamoramos. El mar fue un medio para conseguir mis sueños deportivos y se acabó convirtiendo en un ser desequilibrado, en peligro: ahí fue donde transformé mi pensamiento en querer cuidarlo. Eso es lo que llevo haciendo 23 años a través de la Fundación Ecomar y, gracias a tantísimas personas que nos apoyan, nos siguen y hacen actividades con nosotros, ahí seguimos.

—Ha enlazado su carrera deportiva con la fundación. ¿Cómo surge ese vínculo?

—El germen empezó cuando yo era una niña, porque veía en el mar flotando cosas que a mí me parecía que no pertenecían a ese sitio. Empecé a preguntar a los mayores por qué estaban ahí, cómo llegaban y, cuando me di cuenta de que esto era contaminación y de que no eran objetos que perteneciesen al mar, empecé a preguntar por qué nadie estaba haciendo nada para salvar el mar.

—A lo largo de su carrera deportiva, ¿esas imágenes se han repetido en mares de todo el mundo?

—Fueron más de 20 años de carrera deportiva y me di cuenta de que esa situación se repite, no es solo nuestro mar Mediterráneo, también pasa en el Atlántico, en el Pacífico o en el mar del Norte, pasa en todos lados. Ahí seguí con ese pensamiento de que nadie hacía nada y cuando llegó el final de mi carrera deportiva decidí ser yo uno de esos «alguien» que hace algo.

—La Fundación Ecomar trabaja principalmente con niños, ¿por qué esa elección?

—Por una razón muy sencilla. Cuando tú quieres cambiar la forma de pensar de la sociedad tienes que ir a las personas cuando están en ese momento, en un estado receptivo, y nosotros los adultos ya no lo estamos. Ya tenemos unas ideas muy formadas de lo que son las cosas y de cómo debemos actuar, pero los niños de 9 a 12 años se empapan de todo. Llegas a ellos, les metes una semillita y, por poco que riegues, allí crece un árbol precioso. Y esto es lo que estamos consiguiendo con ellos. Primero educamos para que sepan qué tienen que hacer, concienciamos de los problemas que hay para que los interioricen y después actuamos con ellos y con el resto de los proyectos. Cada año, con la fundación llegamos a unos 15.000 niños en España. Educar, concienciar y actuar. Ese es el mantra de la Fundación Ecomar. Ese que aplica en cada uno de sus proyectos. También en los que, destaca Zabell, desarrollan mano a mano con los colegios «para poder llegar todavía a más gente», asegura.

—La organización actúa en múltiples frentes. ¿Cuáles de ellos destacaría?

—Las limpiezas de playas son importantes, pero también actuamos en expediciones océano-científicas para medir la calidad de la columna del agua y monitorizamos playas desde satélites. Estamos metidos en varios proyectos, pero por lo que más se nos conoce es por las limpiezas de costas que llevamos haciendo más de 20 años y, sobretodo, por ser la primera organización en España que ha sacado a los niños a limpiar las cosas. El objetivo no es tanto lo que recogemos como el mensaje que se llevan.

—En esas limpiezas, ¿qué estampa se siguen encontrando?

—Hay muchos residuos que podemos evitar que lleguen a la playa, el 80 % de la basura marina llega de tierra adentro. Por ejemplo, las toallitas húmedas. En alguna playa recogemos más de 400 kilos porque se tiran al retrete. También aparecen muchos bastoncillos de oídos. Lo importante no es recogerlo, sino no tirarlo. En origen, podemos hacer muchas cosas para cuidar de nuestros mares.

(ECOVOZ)